Una buena experiencia entre los consumidores será siempre un factor determinante para el crecimiento de las empresas.
Desde la atención telefónica o web, al sistema de ventas o de seguimiento con los clientes, pasando por la presencia en redes sociales, generar una experiencia de satisfacción sostenida a largo plazo se traduce con frecuencia en mejores resultados para toda la empresa.
Estos son algunos consejos para que tus clientes tengan una gran experiencia con tu compañía:
- Ponte en los zapatos de tu consumidor. Imagínate que estás en la posición del cliente: ¿Te resulta útil la ayuda que brinda el call-center? ¿Es clara y fácil de usar la tienda de e-commerce? ¿Te encuentras satisfecho con el producto final? Utiliza todas las herramientas disponibles para evaluar cómo se comportan tus clientes y cómo perciben su relación con la marca.
- Sé honesto, claro y positivo en todas tus comunicaciones. Un mayor grado de transparencia, simplicidad y practicidad en tus mensajes es un buen punto de partida para generar conversaciones enriquecedoras, fomentar la identificación entre tus públicos y crear vínculos más estrechos.
- Evita que los centros de asistencia sean centros de problemas. Todas las instancias de ayuda a tus clientes deben ser sencillas de entender y deben enfocarse en resolver de forma eficiente los problemas. Una buena comunicación interna en la empresa es fundamental para que la información importante llegue a los clientes.
- Piensa siempre en movimiento. Los clientes se comportan de forma dinámica y cambian su forma de actuar según la tecnología y las innovaciones de otras empresas. Intenta estar siempre atento a esos cambios para responder rápidamente a los reclamos del día a día.
- Anticipa los deseos de tus clientes. Pocas cosas dejan tan contento a un cliente como una empresa que piensa en ellos y lo que van a necesitar o desear en el futuro. ¿Sabes lo que está pasando en tu mercado? ¡Descúbrelo!
- Asegúrate de que todos los empleados sepan cuáles son los valores y las metas de tu organización. Una meta y rumbo compartidos ayudan a hacer más claras las prácticas institucionales y a conseguir que las comunicaciones externas sean mucho más exitosas.