Una de las características más determinantes del progreso tecnológico actual es que se manifiesta de manera exponencial. La tecnología no da pasos sino saltos, y cada año el poder de los dispositivos electrónicos es mayor.
En la informática la regla de oro es la Ley de Moore, que se mantiene intacta desde hace más de 45 años y se vuelve cada vez más relevante. Ideada en 1965 por Gordon E. Moore, el actual y longevo CEO de Intel, la ley dice que la cantidad de transistores en los microchips se duplica cada 18 meses. Esta fórmula le permitió a la compañía estar a la vanguardia de la innovación en el negocio de los CPU, ofreciendo una guía estadística y confiable para planear sus arquitecturas.
En los últimos años, sin embargo, surgió la necesidad de proponer una nueva ley exponencial, esta vez enfocada en el creciente uso de las redes y los servicios sociales. Se la llama la ley de Zuckerberg, y postula que la cantidad de información personal que comparten los usuarios en Internet se duplica cada año. No es una estimación: la ley está fundamentada en la base de datos de Facebook, que pronto llegará a la cifra de mil millones de usuarios.
Con el crecimiento acelerado del flujo de información personal en Internet, el mundo se está volviendo cada vez más transparente, dejando poco lugar a las preocupaciones por la privacidad. Para las empresas, la única opción es adaptarse a las nuevas exigencias de honestidad y transparencia en su comunicación. Sin embargo, como advierte Don Peppers, hay que manejarse con cuidado, porque la información transparente es como un desinfectante: deja todo reluciente, pero puede oler mal.
La ley de Zuckerberg es un modelo estadístico muy significativo para los negocios, que en teoría permite predecir el comportamiento de los usuarios de las redes sociales, y por lo tanto el posible desempeño de las campañas publicitarias online. Este es el mundo donde las técnicas de CRM, enfocadas en la gestión prácticamente individual de los consumidores, se debaten entre el éxito y el fracaso comercial.