Como tus clientes siempre tienen la razón, debes conocerlos al máximo para poder entregarles lo que necesitan. Una buena estrategia para lograrlo es segmentar lo mejor posible el público objetivo al que queremos llegar, y no intentar alcanzar a un público genérico.
Un cliente será fiel a nuestra marca en tanto que encuentre en ella un valor único, y para ofrecérselo debemos entrar en su mente y pensar como él. Por eso es fundamental darle exactamente lo que está buscando, y la segmentación es el comienzo de ese desafío.
Segmentar implica dividir el mercado en grupos homogéneos (integrados por personas con características similares entre sí) pero heterogéneos respecto a los demás grupos.
Los datos más rígidos y estables ya no son suficientes para entender en profundidad quién es nuestro comprador. Conocer y comprender su estilo de vida, sus hábitos de consumo y sus valores, es fundamental para definir quiénes son aquellas personas que consumirán nuestros productos o servicios.
La segmentación de mercados de consumo actual se basa en un híbrido entre variables duras y variables blandas, que puede clasificarse en:
- Demográfica: Compuesta por datos tales como edad, género, profesión, nivel de ingresos, estado civil, entre otras.
- Geográfica: Abarca el lugar de residencia, detallando si es fijo o variable.
- Psicográfica: Se basa en el estudio de la personalidad y del estilo de vida. Esta es la variable más difícil de definir, ya que implica acceder a un conocimiento profundo de las emociones del consumidor.
Las encuestas, los informes y otros estudios cuantitativos siguen siendo valiosos para conocer a nuestro público objetivo. Pero en un mercado tan competitivo, la clave para diferenciarnos radica en comprender los deseos y las necesidades de nuestros clientes como si fueran las propias.
Vuelve a preguntártelo: ¿estás escuchando a cada uno de tus clientes?