El desarrollo de negocios sostenibles es el mecanismo actual con el que cuentan las empresas para acelerar la implementación de una economía circular basada en modelos comerciales exitosos, ser más competitivas de cara a un consumidor cada vez más responsable con su entorno, mejorar la reputación de la marca y, por supuesto, contribuir con las sociedades y el planeta.

 

Sin embargo, el camino no es directo ni sencillo: requiere de una combinación de esfuerzos que incluyen un compromiso por parte de la alta dirección para desarrollar una cultura que integre este diseño en el ADN de la compañía: esta es la base fundamental para cualquier estrategia basada en sostenibilidad que quiera alcanzar sus objetivos, asegurando un desarrollo económico sostenido, minimizando el impacto ambiental y maximizando el bienestar social.

 

Una de las principales barreras está relacionada con el financiamiento de las iniciativas de sostenibilidad. Para muchas empresas aún representa una estrategia costosa: productos secundarios y materias primas de valor más elevado que los recursos vírgenes (causado por impuestos más altos sobre la mano de obra en la reutilización, reparación y reciclaje) y sistemas tributarios que tienden a recompensar los modelos lineales en lugar de los circulares. También implica cambios en las líneas de producción, incorporación de nuevas tecnologías y reestructuración de los procesos de manufactura, almacenamiento, logística y transporte. Algunas veces significa descartar activos útiles por ser altos emisores de gases o poco eficientes en términos de consumo energético. Sin embargo, el costo de no hacer estas transformaciones es aún más alto, no solo desde el punto de vista ambiental, sino también del negocio: las organizaciones que no disminuyan su huella de carbono en esta década van a incurrir en el pago de multas por emisiones, lo que encarecerá su producto, disminuirá potencialmente su demanda y reducirá su ventaja competitiva. Aparece otro aspecto que requiere de mayor madurez: que los gobiernos locales y nacionales desarrollen marcos regulatorios que apoyen las inversiones hacia modelos de Industria 4.0.

 

La resistencia al cambio es el siguiente gran desafío que las empresas tienen por delante. Las culturas empresariales estáticas y conservadoras obstaculizan la transformación empresarial, lo que limita el compromiso circular de las organizaciones. Es posible que los modelos comerciales existentes no estén orientados a la circularidad, por lo que puede ser necesario un cambio a largo plazo. Aunque exista un compromiso teórico y una buena actitud organizacional, si los colaboradores continúan realizando las cosas de la misma manera, los resultados serán acotados y poco significativos. En el mismo momento en que se desarrolle un proyecto para ir hacia un modelo sostenible, debe establecerse el plan para gestionar la resistencia a hacer las cosas de manera distinta, propiciar la adopción de la nueva propuesta y acelerar así el éxito de la iniciativa. La reestructuración de procesos requerirá nuevos talentos -expertos en reciclaje, por ejemplo-, diseño avanzado para extender el ciclo de vida de productos con componentes basados en materias primas no renovables y nuevas habilidades logísticas para manejar múltiples niveles de materiales -nuevos, usados, a ser reutilizados o remanufacturados-, que reingresan a la cadena de valor.

 

La tecnología es el principal habilitador en la implementación de todas estas transformaciones: el internet de las cosas, la inteligencia artificial o la realidad aumentad son conceptos que nos permiten entender cómo diseñamos nuestros productos, como fabricarlos de manera eficiente y económica y qué uso le da el consumidor y cuáles son sus puntos de ineficiencia a lo largo de la cadena de suministros, entre otras variables.

 

La última barrera, muy relacionada con la anterior, es la percepción en el cambio de la demanda. En plena transición, hay que construir un plan para entender cómo son las nuevas búsquedas y los requerimientos cambiantes de los consumidores.

 

Más allá de los obstáculos y los retos, la sostenibilidad debería estar en el tope de la agenda de todos los ejecutivos de Latinoamérica. Es que se trata de la oportunidad única para fabricar, en conjunto, el mejor producto posible: un futuro con mejor calidad de vida con una sociedad más saludable y un planeta con buena utilización de sus recursos.


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